El fin de la vida es algo que nos saca el sueño a muchos. Nacemos, crecemos y la sociedad nos hace entrar en una rosca competitiva en la cual debemos avanzar y acumular la mayor cantidad de patrimonio posible; hacer plata, plata, plata; tener más propiedades, más liquidez, más espalda económica. El éxito se mide en comparación con los demás, y sí generamos más patrimonio, somos más exitosos Esto se convierte fácilmente en nuestro “objetivo”, y dedicamos nuestra vida a ganar puntaje (status). Creo que la mayoría de la sociedad tiene presente esta idea, pero no todos son conscientes de su grado de realidad; es como que “es así, pero no tan así”, pero ¿quien no ha faltado a un evento familiar porque tenía que atender un asunto laboral que le podría generar un ingreso extra? En ciertos casos es entendible y justificable, dado que si uno vive corriendo las cuentas de atrás, cualquier ingreso extra para acomodar el bolsillo tiene un enorme impacto en la atención y calidad de vida que le puede brindar a su familia, pero otros muchos ya tienen más que suficiente como para no tener necesidad de preocuparse más, sin embargo siguen en el juego de generar y acumular más.

La vida en este esquema es una vorágine con ese ímpetu de crecer y crecer. Con mucho movimiento, muchísimo desgaste y mucho estrés, hasta que se apaga la luz; se apaga la computadora y todo pasa a negro.

Algunos tienen suerte y ese momento les llega ya en la octava o novena década, con una vida “cumplida” en un proceso gradual que los ayuda a ir frenando, bajando la pelota al piso y poniendo el foco en otros aspectos.

A otros sin embargo, los agarra en la mitad, sin aviso. BAM!

NEGRO.

SILENCIO.

Puede venir mientras dormís y nunca más te despertás; o manejando acarreando un caos atrás tuyo; o puede venir en el trabajo, lejos de tu casa y tus seres queridos. Podés estar sólo en tu despacho, y que se apague la luz ahí mismo, sin poder darle un último abrazo o un último beso a tus hijos. Te van a esperar que llegues a tu casa a la misma hora como todos los días, pero nunca más vas a llegar; nunca más te van a ver.

No es changa. Por no es fácil pensar en este tema.

La nueva tendencia es a vivir más, a aumentar la cantidad de años que vivimos. Hay muchísimas investigaciones científicas sobre la longevidad y avances inimaginables que hacen de la posibilidad de vivir mucho más de 100 años cada vez más real. Incluso hay investigaciones que están descifrando clave del envejecimiento, apuntando a desacelerarlo, frenarlo e incluso revertirlo. La famosa “fuente de la juventud” de la cual se habla desde el sigo V A.C.

Aparentemente entonces podríamos quedarnos tranquilos de que la ciencia está haciendo lo suyo y que pronto no vamos a tener que preocuparnos demasiado sobre el fin de la vida y vamos a vivir mucho más.

Por un lado sí y por otro lado no. Había una canción que decía “Señora, no le quiere años a su vida, póngale vida a esos años” y otra frase que dice “no son los años de vida lo que cuentan, es la vida en esos años”.

¿Qué quiero decir con esto? Para vivir más no hay que vivir más tiempo, si no justamente como dice la frase, hay que vivir más. ¿Y como se vive más? Estando más presente, siendo consciente en cada momento, de lo que estamos y lo que no estamos haciendo. Quiero hacer énfasis en esto porque al verlo escrito es uno más de esos clichés como decía la canción de “ponerle vida a esos años”. Realmente hay que prestarle atención, asimilarlo y ser consciente.

¿Qué quiere decir estar presente y ser consciente? Estar presente significa estar prestando atención al momento y situación en la que estamos. Si es una reunión, estar con la cabeza ahí, no soñando o pensando en otra cosa. Si estamos cocinando, estar concentrado en eso y no pendiente del celular a ver si tenemos nuevos likes en Instagram. Entregarse al momento en el que estamos, que muchas veces puede no ser el momento o la situación en la que queremos estar, pero aunque nos guste o no, estamos allí.

Ser consciente por otro lado significa estar al tanto de lo que estamos haciendo y sus consecuencias. No significa dejar de hacer cosas pero si ser consciente de cuáles son nuestras opciones en el momento, cuál opción estamos eligiendo, y que estamos dejando de lado por elegir esa opción. Por ejemplo, si es tarde y estoy enganchado con una serie de Netflix sabiendo que al otro día tengo que madrugar, debo ser consciente de que si elijo mirar otro capítulo, estoy dejando de lado una hora de sueño. Es simple: una cosa o la otra. Si al otro día quiero estar descansado y enfocado, me voy a dormir. Debo poner en la balanza ambas opciones y evaluar que es lo que realmente quiero y me aporta más. Seguramente con la práctica, terminemos dejando de lado Netflix y prestando más atención a lo que nos sirve y nos hace bien. Volviendo al punto de la presencia, por otro lado, si elijo ver Netflix, entregarme a eso y vivir ese momento, sin estar preocupado de que mañana voy a estar cansado, dado que fue una elección consciente.

El objetivo con el hecho de ser consciente es reducir el tiempo que perdemos en cosas que no son importantes y de esa forma tener un poco más control sobre nuestra vida. Es muy fácil perder el tiempo una y otra vez periódicamente, y si no somos conscientes de ello, lo vamos a seguir haciendo hasta que un día decimos “que rápido que pasó el año che”, y volvemos a abrir Instagram. Todo ese tiempo “perdido”, o llamémosle tiempo de inacción, es tiempo que nos estuvimos “a la deriva”. El mundo sigue girando y pasan cosas, y todo momento de inacción es mirar desde las gradas. Si queremos tener un poco más de control de nuestras vidas, debemos reducir el tiempo a la deriva, y aumentar el tiempo de acción.

Si somos conscientes de que estamos perdiendo el tiempo, naturalmente vamos atender a dejar de hacerlo. Esto no quiere decir que dejemos de tener momentos de ocio o de “rascarnos”. Los seguiremos teniendo pero pasarán a ser activamente momentos con ese objetivo puntual, porque a veces necesitamos “rascarnos” y vamos a dedicarle el tiempo necesario a esa “actividad” de forma consciente.

Estos dos conceptos de la presencia y la conciencia deben trabajar simultánea y paralelamente en el día a día con el objetivo de suplantar instancias que no sumen vida por otras que si lo hagan. Es un mix de dos conceptos tan básicos que tienden a ser ignorados. Lo mejor es que cualquiera puede trabajar sobre ellos y así “vivir más”. No hace falta tener cualidades especiales. Tampoco son binarios, no es una cosa o la otra. Se puede ir trabajando sobre los mismos mejorando la calidad y cantidad de vida que le metemos a cada día. Todos los días puedo intentar hacer un poquito menos de algo que no me suma, remplazándolo por algo que si lo hace.

Todos los días tenemos oportunidad de enfocarnos en lo que estamos haciendo y vivirlo plenamente, o “sobrevivir el momento”.

Teniendo hijos, creo que este es uno de los mayores regalos que les podemos llegar a dar. Vivir con ellos y estar realmente presente con ellos en todos los momentos. Para ellos los padres son el centro del universo y todo gira entorno a la idolatría que sienten hacia nosotros. Si los ignoramos o secundamos, les estamos comunicando que son menos importantes que lo otro que tiene nuestra atención y no puede esperar.

En la teoría todo esto es simple y seguramente nada nuevo para nadie, pero es en la práctica donde está la magia. Para lograr interiorizarlo la clave es llegar al punto donde nos moleste hacer lo que sabemos no deberíamos estar haciendo.

El cerebro humano tiende a sobre evaluar remuneraciones inmediatas de bajo valor sobre remuneraciones más valiosas pero a largo plazo. Por eso siempre es más fácil dormir un ratito más que ir al gimnasio… placer inmediato versus trabajo con resultados a largo plazo. Para ganarle a esta chicana mental, la clave está en llegar al punto de sentirnos mal por las malas decisiones. Es mejor ir al gimnasio y pasar mal 60 minutos, que faltar y luego star todo el día molesto con uno mismo por no haber ido; 60 minutos vs. el resto del día de castigo mental.

Pasando en limpio, antes de preocuparnos por vivir más años debemos preocuparnos por vivir más presente el día a día. Teniendo en cuenta que 33% de nuestra vida la pasamos durmiendo, deberíamos intentar no desperdiciar el otro 67% restante.

Así que, ¡a vivir!. A respirar aire, mirar alrededor, sentir, escuchar, disfrutar. La vida es corta y si no le prestamos atención, se va en un abrir y cerrar de ojos.

A continuación, algunos tips o situaciones que me ayudan a mi a vivir más:

DESCANSO:

  • Dormir es parte de la vida y es necesario dormir bien para vivir presente. Entender que mi sueño es mucho más importante que una serie de Netflix o un montón de actividades de remuneración de corto plazo.
  • Permitirme breves siestas. Es mejor dedicarle 30/40 minutos a descansar que estar toda la tarde improductivo.
  • Libro recomendable sobre el tema descanso: “The Sleep Revolution” – Ariana Hufftington

TIEMPO:

  • Las series y el 99% del contenido que vemos en TV es perdida de tiempo.
  • Evitar la distracción porque es antagónico a ser consciente.
  • Consumir series y películas no por distracción mental si no como “family time”.

HIJOS:

  • Darles toda la atención posible. Cuando piden estar conmigo, darles eso.
  • Buscar e inventar actividades para hacer con ellos.
  • Buscar estar siempre inspirándolos, despertando su curiosidad y asombro.
  • Observarlos y admirarlos todos los días. No darlos por sentado. Buscar despertar ese amor incondicional todos los días y sentirlo.

SALUD:

  • Alimentarse bien. Evitar comida chatarra. Minimizar excesos.
  • Aumentar consumo de frutas/verduras y reducir la dependencia de proteínas animales.
  • Evitar sobre-consumir carne
  • Evitar alcohol innecesariamente (nunca es necesario)
  • Mantener actividad física constante (gimnasio, bici, correr).
  • Meditación
  • Prestar atención a lo que dice mí cuerpo. -qué siento, dónde me siento débil, qué me duele, qué me cae mal, etc.

One Reply to “Cómo vivir más”

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *